Uno de los mejores momentos del domingo pasado fue, cuando tras comer, tomamos café. Ese momento ocurrió apenas hace 48 horas y en cambio parece que ya es un tiempo muy lejano, que se pierde en las brumas de la actividad diaria.
No estoy acostumbrado a tomar café en mi casa, me gusta el café de cafetería, aunque para ser exactos, soy muy raro con el café, apenas conozco algún sitio en que hagan un buen café y no suele durar mucho esa buena mano.
No sé muy bien porque lo explico, quizá porque el alma estaba satisfecha, es decir en calma, relajada y tranquila. El cuerpo también, tanto por el lado físico (no fue una comida para recordarla, pero si que nos sació) como por el sensual (llevabamos algunas horas satisfaciéndola). Así que aquel fue un momento de calma, como cuando te encuentras en el ojo del huracán (yo nunca he estado en uno y espero no estar nunca). Para llegar a ese punto habíamos atravesado nuestra particular, peculiar y ardorosa tormenta y para salir de ese oásis de paz, deberíamos atravesar de nuevo los procelosos, tormentosos mares a los que nuestro sexo nos somete periodicamente.
El sol nos acariciaba suavemente (hacía un calorcillo muy agradable). Era tiempo de escuchar y casi tan importante observar cada pequeño detalle de su cara, de su voz, de sus movimientos. Tuve la sensación de que el tiempo se detenía. Daba la sensación de que estabamos aislados, inalcanzables.
Fue un momento para comprobar la seguridad de Julio. Sus movimientos, sus palabras daban la sensación de alguien que se siente tranquilo y seguro de si mismo.
No hablamos de nada en particular, charla intrascendente, de mí, de él, del ambiente, de bares, de política y ¡cómo no! ¡¡de hombres!!. En realidad la conversación no tenía mucho importancia y no estoy muy seguro de que ese momento para Julio significará lo mismo que para mi. Fue un placer contemplar aquel rostro que había besado y acariciado, gesticular, reír y mirarme en silencio. Degustar el sabor intenso del café (lo hago muy muy muy cargado), tras haber degustado todo su cuerpo. Coger sus manos entre las mías y mirarlas con atención, mirar los dedos que largos (por cierto las manos dicen mucho de la persona y Julio las tenía muy cuidadas, lo cual fue un placer añadido).
Es un buen momento para charlar de lo que más te gustó de la noche, algo que he descubierto inhibe a mucha gente. Como si contarle a tu pareja lo que más placer te dió fuera desnudarse excesivamente, no físíca sino emocionalmente. Yo me fuerzo a hacerlo (lo reconozco), no sólo para habituarme sino porque los buenos momentos hay que aprovecharlos y si no eres capaz de decirle lo que te gusta y como te gusta a la persona que esta sudando contigo en la cama, no le estas sacando todo el jugo al sexo.
Llego un momento en que nos quedamos callados. Teníamos una suave música puesta, un cd de chilling out. En la mayoría de los casos suele ser momentos de silencio incómodo, en cambio con él era algo natural. Simplemente era relajante estar allí, así, en silencio, sin sentir necesidad de llenar esos hueco que no parecía vacios (al menos para mi). Sólo hubo sonrisas, miradas y caricias.
Luego la tormenta nos atrapó. No sólo regresamos al sexo intenso y salvaje, también volvimos a la realidad de este mundo, Julio volvió a ser un humano con sus asuntos. Los recuerdos, otros amantes, otros problemas regresaron. La ciudad volvió a rodearnos con sus prisas, la locura planetaria nos envolvió y la corriente nos arrastró.
Tienes (tengo) tentaciones de regresar a ese punto, pero mi experiencia me dice que no lo puedo buscar conscientemente, que la tormenta ha de ser casual, y que encontrar el ojo del huracan es más cosa de una increíble suerte que de una búsqueda consciente.
Supongo que todos nos amargamos con sueños imposibles. Yo sigo pensando en Marcos y ya hace casi dos meses que ocurrió. Y no hubo ese momento creo que si hubiera ocurrido, no le habría dejado marchar, le habría pedido que se quedara aquella noche y la siguiente y la siguiente....
Un beso hermosos y hermosas.
Escrito por Izann a las 15 de Junio 2004 a las 11:10 AMEn un libro lei algo parecido a esto, lo llamaban el momento de oro, todos los dias y en todas las relaciones existe el momento de oro, todos intentamos alargarlo lo mas posible pero siempre llega a su fin, y vivimos esperando el proximo,tu como siempre lo bordas y tus post son casi todos momentos de oro al leelos.
Escrito por CEDRIK a las 15 de Junio 2004 a las 05:59 PM